viernes, 12 de enero de 2018

TRANSICIÓN (2017), DE SANTOS JULIÁ. HISTORIA DE UNA POLÍTICA ESPAÑOLA 1937-2017.

Estamos acostumbrados a tratar la Transición española como un periodo muy concreto que abarca la práctica totalidad de la década de los setenta, un periodo de incertidumbre, que se abrió con la decadencia y muerte del dictador Franco y siguió con largos meses de difíciles equilibrios para poder desembocar en las primeras elecciones democráticas celebradas en nuestro país desde los años treinta. Así pues, lo primero que llama la atención al observar por primera vez el volumen de Santos Juliá es el periodo histórico que abarca su estudio, desde 1937 hasta nuestros días. Y es que los primeros intentos de llegar a un entendimiento que frenara en seco la sangría interminable en la que se había convertido nuestra Guerra Civil se produjeron en plena contienda, desde el bando Republicano. En uno de sus últimos discursos antes de salir hacia Francia, Azaña dejó dicho: "el mensaje de la patria eterna a sus hijos: paz, piedad, perdón", quizá el lema que se adoptó cuarenta años después. Durante mucho tiempo, los partidos y dirigentes en el exilio siguieron intentándolo, pero con resultados vacíos. Muchos esperaban que Franco acabara renunciando y abriera un periodo de transición que nos equiparara a los países de nuestro entorno. Pero, como sabemos, tal cosa nunca sucedió. El apoyo de Estados Unidos al dictador, como bastión contra la expansión del comunismo, selló el destino de nuestro país durante largos años.

Franco en realidad encarnaba para muchos el fracaso histórico de España, un país que parecía no poder funcionar si un general autoritario no tomaba el timón del poder, de grado o por fuerza. Después de las muchas oportunidades perdidas en el siglo XIX, la experiencia de la Segunda República había terminado de una forma abrupta y amarga. ¿Había que restaurar la legalidad republicana violada o había que reformar el régimen franquista para, desde su legitimación, construir una democracia? En realidad, lo verdaderamente importante en los convulsos años que siguieron a la muerte de Franco era ser prudentes, ir paso a paso flanqueando los abismos que de vez en cuando se abrían bajo los pies del país, como los intentos de golpe de Estado que culminaron en el 23 de febrero de 1981, un acontecimiento que jamás se ha explicado del todo y de la que es posible que jamás conozcamos todos sus detalles.

Lo que explica bien Santós Juliá en este ensayo, sobre todo en la segunda parte del mismo, es que la Transición no fue ni el proceso impecable y ejemplar de paso de la dictadura a la democracia que muchos exaltaron ni la estafa, popularizada en los últimos años, de cambiarlo todo para que todo siga igual. Lo cierto es que el hoy santificado Suárez en la época era blanco de todos los ataques por la izquierda y por la derecha, por lo que llevar a buen puerto la misión de convocar elecciones democráticas y abrir un proceso constituyente era cualquier cosa menos fácil. Para muchos españoles fue aquella la época del desencanto, pues muchos esperaban una ruptura radical con el pasado, una denuncia explícita del franquismo y cambio profundo en las estructuras socioeconómicas y políticas del Estado:

"Desencanto que a Julián Santamaría le parecía una ligereza endosar a la política de consenso (...). No era a esa política sino a la frustración experimentada por una parte importante de la población ante la inexistencia de un proyecto político bien definido, la insuficiencia del cambio, la ambigüedad frente al pasado y la incertidumbre ante el futuro, a lo que había que atribuir, según Santamaría, el desencanto que ha llevado a mucha gente a desentenderse de una situación en la que sólo ve la sustitución de una clase política por otra."

Lo verdaderamente importante es que España se convirtió en una democracia que, con todos sus defectos, algunos enormes, era equiparable a la de los países de su entorno. La prueba de ello fue el aprobado para entrar en la Comunidad Económica Europea, la mejor garantía de estabilidad que ha tenido jamás nuestra democracia. Bien es cierto que somos españoles y el conflicto está siempre latente. En nuestro Parlamento es difícil que se produzca verdadero entendimiento entre las grandes fuerzas políticas, más que en situaciones muy graves, como la crisis de Cataluña. La Transición aparece en el libro de Santos Juliá como un proceso para muchos inacabado, todavía en marcha. La irrupción de partidos como Podemos, que califican de fraude el "régimen del 78", los variados escándalos de corrupción, la crisis económica, el persistente y desigual reparto de la riqueza y las amenazas del separatismo conforman un panorama complicado para los próximos años. Se ha acabado la anomalía democrática que consistía en el intercambio en el poder de los dos grandes partidos con mayorías amplias para gobernar. Los próximos años deberían ser los del consenso entre las grandes fuerzas parlamentarias para ahondar, no en fantasiosos derechos colectivos o históricos, sino en los derechos individuales, que son los que verdaderamente ejerce el ciudadano, el desarrollo del Estado del bienestar, muy deficiente todavía respecto al resto de Europa y, ante todo, nuestra gran asignatura pendiente: el florecimiento de nuestra sociedad civil, más allá de militancias políticas, un eje fundamental en el que están construidas las democracias más avanzadas.

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