miércoles, 17 de febrero de 2016

CRIMEN Y CASTIGO (1866), DE FIÓDOR DOSTOIEVSKI Y DE JOSEF VON STENBERG (1935). LA EXPIACIÓN DE RASKÓLNIKOV.

La época en la que Fiódor Dostoievski concibió y escribió Crimen y castigo fue una de las más agitadas de su turbulenta existencia. El escritor ruso se hallaba agobiado por las cuantiosas deudas contraidas por las muertes de su mujer y su hermano, quien dejó numerosos acreedores de los que él tuvo que hacerse cargo y a unos hijos desamparados. Además, su propio hijastro Pável era una fuente de preocupaciones económicas y a todo ello se sumó la petición de ayuda de otro hermano, Andréi, atenazado por la enfermedad. Por si fuera poco, tantos problemas tienen como consecuencia un periodo de poca productividad literaria y a Dostoievski no se le ocurre otra salida que jugarse el poco dinero que le queda en la ruleta, en Wiesbaden, teniendo que acudir a sus amigos para conseguir los fondos que le permitan volver a Rusia. Así pues, la única solución es escribir, pues en poco más de un año se ha comprometido a entregar dos novelas a dos editores distintos. De aquí surgirán dos obras maestras de la literatura universal: El jugador y Crimen y castigo. Se conserva el resumen que el escritor envió a su futuro editor respecto a esta última:

"Se trata del relato psicológico de un crimen. (...) Un joven de origen modesto se ve reducido a míseras condiciones de existencia y queda excluido de la comunidad estudiantil universitaria. Poco reflexivo y carente de sólidos principios, influido por algunas ideas extrañas e "imprecisas" que flotan en el aire, se decide a salir de golpe de su lamentable estado. Toma la decisión de matar a una vieja (...) que se dedica a la usura (...). En el ánimo del asesino se alzan problemas insolubles; sentimientos insospechados le torturan el corazón. La verdad divina, la ley terrena, reclama lo suyo, y al fin el joven se siente empujado a denunciarse a sí mismo. Obligado a ello, porque sólo si se denuncia podrá acercarse de nuevo al prójimo, incluso aunque sea sucumbiendo al presidio. El sentimiento de hallarse al margen de la humanidad y separado de ella (...) no le deja vivir en paz. La ley de la verdad y la naturaleza humana se imponen, destruyen sus convicciones incluso sin resistencia. El propio criminal decide aceptar el sufrimiento para expiar su crimen."

El escenario de Crimen y Castigo son las calles de un San Petesburgo sórdido y asfixiante. El protagonista, Raskólnikov, malvive en una minúscula habitación y cuando sale al exterior se enfrenta a un ambiente de miseria, de callejuelas tétricas repletas de tabernas, de mendigos y de borrachos. Quizá por eso, a pesar de que debe muchos plazos de alquiler, prefiere dedicarse a la vida contemplativa, una vez abandonados los estudios. Raskólnikov es un joven brillante, demasiado amante de la soledad, que no sabe por donde encauzar su camino. Un día acude a empeñar un objeto a la casa de una vieja usurera, en cuya personalidad parece encontrar la confluencia de todos los males del mundo. A partir de ese instante en su cabeza empieza a conformarse el plan de asesinarla, una tarea que estima sencilla y que tendrá como resultado eliminar a un ser dañino para la sociedad. Además, con esta acción el joven se probará a sí mismo que es un hombre superior, alguien que está por encima de la ley común, capaz de aplicar su propia moral y no sentir ningún remordimiento por ello. Sus ejemplos son los héroes históricos, como Napoleón o Mahoma, a los que no les importó organizar masacres para construir su propia visión del mundo. Frente a tan elevados ideales ¿qué puede suponer el asesinato de la miserable vieja? Se trata de el "problema de libertad total" del que habla Henri Troyat en su biografía de Dostoievski.

Porque bien pronto va a descubrir Raskólnikov que él no es un superhombre, que no va a ser capaz de superar la prueba de la indiferencia ante las propias acciones. El asesinato ha sido rápido, pero las cosas no han sucedido tal y cómo él había supuesto, entre otras cosas porque también se ha visto obligado a matar a la inocente hermana de la usurera. El episodio lo ha vivido de un modo casi irreal, como una pesadilla en la que el protagonista no es del todo dueño de sus acciones, pero cuando logra escapar indemne del edificio en el que ha cometido el crimen, una repentina enfermedad lo atenaza: la fiebre y la locura producidas por la impresión de haber realizado lo inconcebible. Dos inesperados visitantes se instalan junto a él: la culpa y el arrepentimiento. Además, siente que su crimen le aisla del resto de la sociedad: Raskólnikov empieza a actuar como un verdadero demente:

"Señalemos, de pasada, una peculiaridad de todas las decisiones definitivas que había adoptado ya en este asunto: tenían la rara particularidad de que, cuanto más definitivas las consideraba, más disparatadas y absurdas aparecían a sus ojos. A despecho de la angustiosa lucha interna que sostenía, nunca había podido persuadirse, ni por un instante, en todo aquel tiempo de que llegarían a cumplirse sus propósitos."

Así pues, el protagonista se ve de pronto a sí mismo cómo un hombre perdido. Deja de ser un dios de la razón y empieza a actuar de manera errática: es incoherente en sus relaciones con su amigo Razumijin y también exhibe un comportamiento extraño con su madre y su hermana, que han acudido a visitarle. Acude de nuevo al lugar del crimen y establece una morbosa relación con Porfirio Petróvich, el juez de instrucción que lleva la causa del asesinato. En medio de su angustia creciente, Raskólnikov va a experimentar una inmensa necesidad de redención y la va a encontrar en la figura de Sonia, una prostituta que se sacrifica para sacar adelante a su familia, un ser puro, a pesar del oficio que está obligada a ejercer, que va a guiar espiritualmente los pasos del asesino hacia su expiación final. Frente al sueño de la razón que ha producido un enorme monstruo, el sufrimiento inspirado por la religión es la única respuesta. Haciendo uso del pasaje evangélico de Lázaro, Sonia se tendrá que convertir en la directora espiritual de la resurrección de un Raskólnikov que hasta el último momento persiste en su lucha interior: 

" - ¿Mi crimen? ¿Qué crimen? - rugió él en un repentino acceso de furia -. ¿Es un crimen el que haya matado a un piojo asqueroso y nocivo, a una vieja usurera que no le hacía bien a nadie, cuyo aniquilamiento debería premiarse con la remisión de cuarenta pecados, que les chupaba la sangre a los necesitados? Yo no pienso en el crimen ni tampoco en expiarlo. ¡Un "crimen"! No sé por qué tenéis que darle todos tantas vueltas a eso de un "crimen". Ahora es cuando veo toda la estupidez de mi cobardía; ahora que he decidido arrostrar ese oprobio innecesario. (...) La sangre que todo el mundo derrama (...). La sangre que corre y ha corrido siempre a torrentes, que es vertida como el champán y por la cual coronan a algunos hombres en el Capitolio y luego les llaman bienechores de la humanidad. No tienes más que fijarte bien. También yo queria beneficiar a la humanidad y hubiera hecho miles de cosas buenas a cambio de esa única estupidez."

Junto al protagonista se mueven algunos personajes inolvidables, representantes de la corrupción del género humano, como Marmeládov, un exfuncionario alcóholico que ha llevado a la miseria a toda su familia, siendo absolutamente consciente de ello o su mujer, Katerina Ivánovna. madrastra de Sonia, nacida en una familia de la nobleza y caída en desgracia por un arrebato amoroso prohibido que, abrumada por su miserable condición, sucumbe a un ataque de tisis mientras ve desmoronarse el futuro de sus pequeños hijos. Precisamente es la descripción del terror de los niños cuando ven lo que sucede a su alrededor uno de los puntos más duros de la novela, a la vez que una de las cimas de la misma.

Porque Crimen y castigo puede ser considerada como algo más que una novela, pues constituye también la plasmación de la visión del mundo de su autor, un mundo repleto de personajes sórdidos, en el que la bondad apenas tiene cabida, pero en el que permanece la capacidad de redención. Las palabras de Dostoievski resuenan en cada una de sus páginas: "La pobreza y la miseria forman al artista".

La versión filmada en 1935 por el gran Josef Von Stenberg, con su hora y media de duración, no tiene más remedio que resumir la complejidad de la novela y centrarse en el tormento interior del Raskólnikov interpretado con sobriedad por Peter Lorre. A pesar de cierta atmósfera teatral en algunas escenas, seguramente provocado por el escaso presupuesto, Stenberg sabe utilizar muy bien la fotografía en blanco y negro, provocando un ambiente tenebroso, repleto de luces y sombras, muy apropiado para la historia que se está contando: la influencia del expresionismo alemán resulta muy evidente.

2 comentarios:

  1. Es muy curioso observar que dos de las novelas más características del siglo XIX, "Crimen y Castigo" y "El Rojo y el Negro", de Stendhal, retratan a jóvenes superdotados y ambiciosos que, enfrentados a las contrariedades vitales, toman como modelo a Napoleón con desastrosos resultados.

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  2. Como pudiste comprobar me tomé la libertad de usar este comentario en la exposición de "Crimen y castigo" en el Museo Ruso. Es verdad que la mitificación de Napoleón debió ser algo habitual entre la gente descontenta durante el siglo XIX. Quizá por eso ha llegado hasta nosotros la leyenda que el el hombre estaba loco.

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