miércoles, 1 de julio de 2015

EL AVIADOR (2004), DE MARTIN SCORSESE. HUGHES, UN HOMBRE Y SUS SUEÑOS.

En el breve prólogo de El aviador, en el que podemos contemplar una escena de la infancia del protagonista, la madre de Hughes lo baña, mientras lo alecciona respecto a las obsesivas normas de higiene que iban a marcar el resto de su existencia: el peligro constante de los gérmenes, la posibilidad de tener que establecer cuarentenas para evitar contagios. El mundo como un lugar hostil, con el que deberiamos relacionarnos idealmente detrás de un traje aislante, que nos impidiera nuestra relación cotidiana con virus y bacterias.

No obstante, en su juventud Hughes supo disimular estas obsesiones y se convirtió en uno de los playboys más míticos de Estados Unidos, relacionándose con actrices como Ava Gadner, Bette Davis, Rita Hayworth y Olivia de Havilland, entre otras muchas representantes de la época dorada de Hollywood, aunque quizá la relación más profunda fue la que mantuvo con Katharine Hepburn, que siguió siendo su amiga fiel después de su ruptura sentimental. Scorsese nos presenta a Hughes en su plenitud, volcado en un proyecto que aunaba sus dos grandes pasiones, la aviación y el cine, el mítico filme Hell´s Angels (1930), un prodigio técnico para la época, cuya realización le llevó cuatro largos años.

Pero si por algo quería ser recordado el magnate era por sus aportaciones innovadoras al desarrollo de la aviación, una industria en auge durante la Segunda Guerra Mundial. Precisamente el incumplimiento de algunos contratos con el Ejército le llevó a ser investigado por el Congreso, aunque Hughes supo defenderse con vehemencia. El episodio de su pasión por la aviación que habría de marcarle verdaderamente se produjo el 7 de julio de 1946, cuando estrelló, durante una prueba, el prototipo de avión espía en el que estaba trabajando. El accidente fue terrible y estuvo a punto de acabar con su vida. La modélica planificación con la que Scorsese nos muestra el episodio - en la que casi podemos sentir el dolor de las heridas del protagonista - es un ejemplo de por qué el neoyorkino es uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos. 

A partir del accidente y después de una larga y penosa recuperación la vida de Hughes se volvió mucho más sombría. Pasaba largos periodos de tiempo aislado, dominado por sus obsesiones y por una progresiva locura que ya no podía ocultar del todo en sus apariciones en público. El magnate se convirtió así en héroe y villano al mismo tiempo en la imaginación popular. Sus conquistas amorosas, su pasión innovadora en la ingeniería aeronáutica y la imagen que quería transmitir de hombre hecho a sí mismo (en este sentido es revelador el episodio en casa de la familia Hepburn), casa muy bien con el ideal del sueño americano. Pero todo esto convivía con un carácter irascible, obsesivo y egocéntrico. Además era un hombre absolutamente corrupto, capaz de pagar grandes cantidades para acallar voces críticas o librarse de ser juzgado en un oscuro episodio - que no se trata en la película - en el que atropelló a un peatón cuando circulaba a gran velocidad con su coche, visiblemente bebido. Un personaje sin moral, amigo de dictadores y que era capaz de cualquier artimaña para no pagar impuestos.

El aviador es un gran retrato de época y un vehículo de lucimiento para su estrella, Leonardo DiCaprio. Es una película extraordinariamente bien planificada, dinámica y entretenida, pero constituye un retrato imperfecto de Howard Hughes, una personalidad demasiado complicada, que vivió tantas vidas que es imposible reflejarlas todas en casi tres horas de película. A destacar, entre otros muchos elementos, la sugestiva interpretación de Cate Blanchett, que compone a una Katharine Hepburn muy creible, fruto seguramente de un trabajo interpretativo previo muy intenso.

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