jueves, 11 de junio de 2015

CUENTOS DE LA CARA OSCURA (2015), DE JOSÉ ANTONIO SAU. AL SUR DE LA CRISIS.

Ríos de tinta se han escrito acerca de la crisis que nos atenaza desde hace ya demasiados años, tal y como nos recuerda José Antonio Sau en el prólogo de su libro de relatos. Se han tratado sus aspectos económicos, sociales, políticos y humanos. El sábado pasado el suplemento cultural Babelia daba fe, pese a lo que aseguren nuestros gobernantes, de que la crisis sigue siendo una realidad vigente y está lejos de haber sido disipada por cifras macroeconómicas que distan mucho de arreglar los problemas del día a día que padecen millones de ciudadanos.

Precisamente es a estos ciudadanos, los más humildes, los más desprotegidos, a los que se les ha hecho pagar los platos rotos de los desmanes de un sector financiero que estuvo a punto de colapsar por sus propios excesos. Han sido los impuestos de los ciudadanos los que han pagado esta mastodóntica factura a través del endeudamiento masivo del Estado. Pero esto no ha hecho que los responsables de la crisis se sientan culpables e intenten compensar a la sociedad por el inmenso daño causado (salvo alguna excepción que se solventa en los Tribunales). Al contrario: con todo el cinismo del mundo, siguen exigiendo nuevos ajustes que sigan recortando derechos a las clases más vulnerables.

Comúnmente se habla de la época anterior al año 2008 como de una edad dorada, en la que todo el mundo tenía los bolsillos repletos y el dinero se podía ganar de las maneras más fáciles. Yo opino que esa visión del pasado inmediato está totalmente distorsionada. Los que ganaban cifras fabulosas eran unos pocos. El obrero seguía siendo el obrero y para llevar un poco más de salario a casa debía esforzarse en echar horas extra. Si que es cierto que tenía una facilidad pasmosa para acceder al crédito, pero eso solo ha servido para no poder afrontar las deudas contraídas cuando han venido mal dadas. En cualquier caso, muchos padres de familia en paro desde hace año, venderían su alma por volver a esos años, puesto que los idealizan y viven en una eterna nostalgia estéril, como el del relato Su verdadera revolución:

"El padre prefiere el abrigo del bar Cinco de Naipes, donde lo mandan a casa cuando está borracho y se cansa de hablar del 6-2 del Málaga al Madrid, de lo que era antes la Costa del Sol, de cuando Gil en Marbella y todo eso y los grifos de oro que ponían los árabes en sus baños, que no te enteras Pepe, que yo era el mejor oficial de primera de toda Málaga poniendo hierros y echando el forjado."

Los relatos de José Antonio, además de estar magníficamente bien escritos, dotados de una sensibilidad exquisita y de un sólido conocimiento periodístico, retratan con una precisión casi quirúrgica los diferentes prismas de la crisis: el de la madre desahuciada de su hogar, el del director de sucursal que vendió preferentes, el de los jóvenes que atisban un futuro sin ni siquiera una oportunidad, el de los profesionales sanitarios o educativos que se enfrentan al desprestigio de lo público y en general el de las familias que hacen malabarismos cada mes para tratar de salir adelante. 

El paisaje que ha dejado la tormenta financiera de hace siete años es verdaderamente desolador, pero más triste si cabe es adentrarse en estas historias personales repletas de dolor y de vergüenza, aunque al final siempre acabe asomando la dignidad del humilde y, a veces, la solidaridad familiar o social, que tapa las vergüenzas de un aparato estatal en gran parte inoperante y aquejado por la desidia, a no ser que haya que rescatar alguna entidad financiera, asunto que se resuelve satisfactoriamente en pocos días o ejecutar el desahucio de una vivienda habitual, donde cae todo el peso del brazo armado de la ley contra el deudor insolvente.

Acudan a la estupenda librería Proteo y adquieran un ejemplar de Cuentos de la cara oscura. Espero sinceramente que sus experiencias personales no se vean reflejadas en ninguna de sus historias, pero sin duda su lectura operará en ustedes el mismo efecto que en mí: conocer en profundidad el dolor humano que producen estas situaciones injustas y empatizar un poco más con las víctimas de este gran mal de nuestro tiempo.  

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