martes, 11 de marzo de 2014

MADAME BOVARY (1991), DE CLAUDE CHABROL. LA FELICIDAD ILUSORIA.

A veces el cine nos regala estupendas adaptaciones literarias de nuestros libros favoritos. Madame Bovary, la novela que ha fascinado a generaciones de lectores, no podía ser la excepción. Esperando ver pronto en la gran pantalla la versión que acaba de filmar Sophie Barthes, al fin me he podido asomar a la del maestro Claude Chabrol, que contó, como no podía ser de otra manera, con su actriz fetiche, Isabelle Huppert, para el papel principal.

En lo personal, la novela de Flaubert es uno de esos casos de narración que uno cree conocer muy bien (he leído el libro en tres ocasiones y las dos últimas me parecía estar leyendo algo diferente a lo que recordaba), pero en la que siempre se encuentran aspectos nuevos sobre los que reflexionar. Esta vez se me ha ocurrido - seguro que los múltiples estudios sobre la novela es un aspecto más que analizado - que las vidas de Emma y Charles ofrecen algunos paralelismos sorprendentes: ambos se pierden cuando quieren ir más allá del papel que la sociedad les ha asignado. En el caso de Charles, que es un médico rural competente siempre que se enfrente a casos ordinarios, el desastroso resultado de la operación de un pie deforme - convencido por los cantos de sirena del farmaceútico - causa su vergüenza y desprestigio profesional, aunque finalmente es capaz de volver sobre sus pasos a su posición de siempre, de la que nunca debió salir. Lo de Emma es mucho más radical, pero en el fondo es lo mismo: no es el farmaceútico, sino las novelas que lee las que la convencen de que el papel de digna esposa de un hombre gris no está hecho para ella. Por eso se embarca en un par de aventuras sentimentales en las que se siente como una princesa de cuento de hadas. Y como las princesas necesitan vestir como tales, los gastos se disparan, aunque los temas monetarios no tengan cabida en la burbuja de sus sueños. Emma es tan inconsciente que es un auténtico regalo para sus amantes, que pueden poseerla ofreciéndole tan solo vagas promesas. Cuando la señora Bovary despierta, la solución a los problemas que ha ido acumulando irresponsablemente, es tan radical como sus sueños.

Aunque no está realizada con una riqueza de medios excesiva, Madame Bovary de Claude Chabrol es una obra muy agradable para el espectador. Sin pretender experimentar a partir de la obra de Flaubert, como ya lo han hecho otros cineastas, literatos y autores de cómics, Chabrol se ciñe al texto original y confía en el buen hacer de sus actores. Isabelle Hupert compone a una protagonista llena de matices, interpretando con solvencia a Emma a distintas edades, siempre con un eterno aire de superioridad que a la postre será su perdición. Por su parte Jean François Balmer es el perfecto Charles Bovary, el médico que no se entera muy bien de lo que sucede a su alrededor y que está siempre dispuesto a perdonar a su mujer, a la que ama con locura. Como curiosidad, he de añadir que la película estuvo nominada a un Oscar al mejor vestuario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario