martes, 26 de marzo de 2013

DJANGO DESENCADENADO (2012), DE QUENTIN TARANTINO. VIDA DE UN ESCLAVO LIBRE.


La reciente lectura de la autobiografía del antiguo esclavo Frederick Douglass me hace valorar esta película desde un prisma muy distinto. Algunos han criticado su visión un tanto frívola de un tema tan delicado como la trata de esclavos, que todavía provoca escozor en los Estados Unidos, a pesar de haber transcurrido más de un siglo desde su abolición (aunque en muchos Estados del Sur siguiera vigente el racismo cotidiano amparado desde el gobierno). El comienzo de Django desencadenado es muy de Tarantino: una larga escena en la que nos presenta magistralmente a los personajes: Django, un esclavo encadenado a la desesperanza y el doctor King Schultz, un cazarrecompensas de origen alemán que ofrece un nuevo horizonte a Django. No es que el doctor Schultz sea un hombre humanitario, pero al menos es lo suficientemente inteligente como para comprender que su nuevo compañero de aventuras, al que necesita para llevar a buen puerto su empresa, es también un ser humano y sólo tratándole así va a conseguir que dé lo mejor de sí mismo.

Para muchos la película no será más que otra visión particular de la historia por parte de Tarantino, un director que se inspira en clásicos de videoclub y al que le faltaba filmar un western al estilo de los italianos de los años setenta para continuar con su particular homenaje a las películas que amó en su infancia y juventud. Lo que más me gusta de Tarantino es que jamás renuncia a su estilo, por muy obsceno que pueda parecer en ocasiones. La violencia es la marca de la casa. Y si en su anterior trabajo le reprocharon que hubiera alterado la historia, situando la muerte de Hitler en un cine parisino, (él se defendió como mejor sabe, recordando que sólo hace películas de evasión, no documentales del Canal de Historia) en ésta nos cuenta la improbable historia de un esclavo reconvertido en pistolero que desencadena una auténtica masacre cuya principal motivación es la venganza: venganza por las horribles vejaciones sufridas por él y por su esposa, para demostrarse a sí mismo que es un ser humano que puede ser tan habilidoso y cruel como sus verdugos.

Si bien Django desencadenado es irregular, alternando buenos momentos con otros demasiado tópicos, cuando el espectador entra en el juego que le propone Tarantino solo cabe disfrutar. Sobre todo cuando aparece en escena un irónico Leonardo DiCaprio que mantiene muy buena química con Christoph Waltz. Calvin Candie (DiCaprio) no es más que la representación de los peores demonios de los Estados Unidos: el terrateniente amante del dinero y que no tiene escrúpulos en aprovechar la mano de obra esclava (es terrible como azuza a sus esclavos mandingos para que luchen hasta destrozarse) para ser cada día un poco más rico y poderoso. Una película que deja buen sabor de boca si, como he dicho antes, aceptamos las reglas de juego del director.

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