jueves, 30 de agosto de 2012

NIXON (1995), DE OLIVER STONE. EL ANIMAL POLÍTICO.


Quizá sea esta la película que mejor resume las obsesiones del cine de Oliver Stone: la indagación en la historia contemporánea de su país, de sus supuestas conspiraciones, de las guerras desastrosas y de la realidad del poder político, muy alejada de la imagen benigna que se quiere vender en las campañas electorales.

La figura de Nixon sigue siendo hoy día enormemente controvertida, sobre todo porque ha quedado para la historia como el único presidente que tuvo que dimitir, y de una forma muy bochornosa: por mentir al país. Pero es evidente que su mandato abarcó mucho más. Recibió una herencia muy complicada en la que la guerra de Vietnam iba adquiriendo un protagonismo cada vez más absoluto. Nixon, actuando como mago de la política, supo presentarse a la vez como un duro señor de la guerra y como el adalid de la paz. También se acercó a los enemigos de Estados Unidos, la Unión Soviética y China, y consiguió una distensión inédita hasta aquel momento en la guerra fría. Además, impulsó programas sociales como no lo ha vuelto a hacer ningún presidente republicano hasta la fecha. Pero también fue un hombre que amaba el poder sobre todas las cosas, un cínico y manipulador, que era capaz de utilizar el rodillo de la violencia (veáse si no la escalada bélica en Vietnam y la dura represión a los manifestantes en casa) para imponer su voluntad.

El retrato de Oliver Stone es el de un hombre sufriente, el de un auténtico animal político que no es nada si no tiene el poder. También lo muestra celoso de JFK, que poseía la seducción natural que a él le faltaba, aunque al final su inesperada muerte (y aquí Stone sigue insistiendo en la teoría de la conspiración) fuera uno de los factores que le auparon a la presidencia. Es de agradecer que el director haya intentado ser objetivo con un personaje de tantas caras, al que quizá le hubiera ido mejor si le hubiera tocado un periodo menos históricamente turbulento. Respecto a lo del Watergate, la diferencia entre él y otros políticos es que fue descubierto. El espionaje al adversario es seguramente la punta del iceberg de las malas prácticas en la lucha subterránea por mantener el poder. Al menos tuvo la decencia de dimitir y no aferrarse a un cargo cuyo ejercicio era para él una actividad tan vital como respirar.

Ni que decir tiene que la interpretación de Anthony Hopkins es un auténtico regalo para cualquier cinéfilo. Es tan intensa que, ayudada por el efectismo de la dirección de Stone, nos hace meternos casi literalmente en la piel del personaje. Una lección de cómo debe abordarse el retrato de un personaje histórico.

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