sábado, 12 de noviembre de 2011

EL CIELO ES AZUL, LA TIERRA ES BLANCA (2001), DE HIROMI KAWAKAMI. ALMAS GEMELAS.


Cuando leemos una novela japonesa esperamos encontrar algo exótico, algo que escape a nuestra comprensión occidental, actitudes entre lo ridículo y lo sublime. Tratando de encontrar explicación a algunas conductas de personajes de Kawabata o Mishima, leí hace unos meses un libro excelente: "El crisantemo y la espada", de Ruth Benedict. Oriente visto desde los ojos de una antropóloga occidental.

Esta novela es diferente. Está escrita por alguien que nació más de una década después de Hiroshima, cuando Japón ha tomado bastantes valores occidentales sin renunciar en ningún momento a sus tradiciones. Cuenta una historia bastante sencilla: el encuentro de una alumna treintañera y solitaria con un antiguo profesor, que le dobla la edad.

Entre ellos se establece una relación muy poco convencional y seguramente escandalosa, a los ojos de la sociedad japonesa. Se basa en encuentros presuntamente casuales entre estas dos almas solitarias en un restaurante para comer y, sobre todo, beber sake. Ellos nunca se citan, pero siempre esperan encontrarse a determinadas horas. Es como si se necesitaran, como si la presencia de uno, aún con pocas palabras, otorgara la paz al otro. Pronto la relación dará nuevos pasos: se citarán para pasear por un mercado al aire libre, para ir de excursión... Pero ¿puede llegarse al último peldaño, al peldaño del amor?

Kawakami ha escrito una novela de lenguaje sencillo y lectura extremadamente agradable, llena de situaciones equívocas y sutilezas. ¿Es la vergüenza la que frena los deseos de los personajes? ¿es una filosofía de la vida que implica ir despacio, disfrutando de cada detalle, de cada pequeño avance? Esto queda a consideración del lector.

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