Para comprender el cine de Peckinpah hay que atender a su biografía. Aunque la infancia y adolescencia del director transcurren en los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando la época del Oeste Americano ya era historia, en Fresno (California) aun quedaban muchas reminiscencias de esa forma de vida, por lo que el joven Peckinpah se crió aprendiendo el trabajo propio de los rancheros. Su carácter violento y pendenciero hizo tomar a sus padres la decisión de mandarlo a una Academia Militar en 1943.

Contra lo que pudiera parecer, la obsesión por la violencia de Sam Peckinpah no proviene de haber estado presente en combate alguno durante la Segunda Guerra Mundial. Él llegó al escenario bélico cuando Japón acababa de rendirse y se dedicó a desarmar a los soldados nipones que habían combatido en China. Esto no quiere decir que Peckinpah no fuera testigo de hechos violentos durante este periodo, pues sirvió en una zona en la que las tensiones no terminaron con el fin de la guerra.

El primer contacto de Sam Peckinpah con el mundo cinematográfico se produjo bajo el mando del director Don Siegel, con el que llegó a colaborar en la magnífica "La invasión de los ladrones de cuerpos" (1954) y en los años sesenta comenzó su carrera como realizador.

"Grupo salvaje" es quizá la película más conocida de Peckinpah, la más recordada e imitada por otros directores, que intentan recrear la esencia de la violencia con la misma maestría mostrada por el director californiano. En la primera escena se nos muestra la llegada a una pequeña ciudad del Oeste de lo que parece un pelotón de soldados. Pasan junto a unos niños que parecen jugar a algo que les produce sumo placer, agachados en el suelo. En realidad, han colocado un par de escorpiones junto a un hormiguero y contemplan embelesados la lucha feroz entre los insectos. Desde el principio el director se dirige sin ambages al espectador: la vida es una eterna lucha en la que solo los más fuertes triunfan, aunque la caída final sea inevitable para todos.

Bien pronto se verá que el grupo de soldados, liderados por el circunspecto y carismático Pike (William Holden, genial en un papel que iba a recaer en un principio en Lee Marvin) son en realidad unos expertos atracadores de bancos. Lo que no sospechan es que un grupo de sucios pistoleros liderados por Thornton (Robert Ryan), antiguo compañero de fechorías de Pike, les han tendido una emboscada. Esta es la génesis de una de las escenas más famosas de la historia del cine, el intensísimo tiroteo en medio de una población repleta de hombres, mujeres y niños desprevenidos respecto a lo que va a suceder. El montaje de Peckinpah es frenético, con constantes cambios de perspectiva, lo que da idea de la confusión y el horror que produce un estallido súbito de violencia.

A partir de aquí, el grupo de Thornton, que ha salido de la cárcel bajo la condición de cazar a su antiguo compañero, va a perseguir al de Pike. En realidad Thornton sigue respetando inmensamente a Pike y, si tuviera la más mínima oportunidad, volvería a unirse a él. La acción se traslada a la zona fronteriza con México, recordando por momentos a otra magistral realización "Los profesionales" (1966), de Richard Brooks. Allí Pike y sus hombres son contratados por un corrupto general, que mantiene un pequeño ejército casi privado en plena Revolución Mexicana. La misión será asaltar un tren repleto de armas del Ejército estadounidense.

La contienda mexicana es dibujada por Peckinpah como una lucha caótica, de todos contra todos, como si las peores pesadillas salidas de la mente de Thomas Hobbes se hubieran hecho realidad. El ambiente imperante va a reforzar el nihilismo de unos personajes que han hecho de la supervivencia y la violencia una forma de vida y que ni siquiera tienen ya esperanza de poder retirarse a vivir en paz con el botín de sus fechorías, tantos son sus pecados. Se trata de hombres cuyo rostro refleja el cansancio infinito de quien carece de horizontes vitales, más allá de pasar un rato regado con alcohol con una mujer cualquiera y cuyo único y secreto anhelo parece ser morir con las botas puestas. Únicamente uno de los integrantes del grupo, el mexicano Ángel (Jaime Sánchez) va a mostrar signos de idealismo arriesgando su vida para ayudar a quienes considera los auténticos representantes de su tierra.

Uno de los elementos que más llama la atención de "Grupo salvaje" es la constante presencia de niños en muchas de sus escenas, retratados con largueza por la cámara del director. Los niños observan fascinados las acciones de los adultos y las imitan, garantizando así nuevos brotes de violencia en las próximas generaciones. Algunos, más precoces, son capaces de participar directamente en las orgías de sangre que organizan sus mayores. Cuando uno de los personajes comenta que "todos soñamos con volver a la niñez. Aún los peores de nosotros. Quizá sobre todo los peores", parece que lo dijera con más sarcasmo que amargura. Los niños son pequeños hombres en potencia y los hombres no son más que asesinos en potencia.

"Grupo salvaje" constituye un compendio del lenguaje cinematográfico de Peckinpah. Contra lo que pudiera parecer en una primera lectura, la película está lejos de ser una apología de la violencia, que es retratada como una crueldad sin sentido, cuyos protagonistas son hombres feroces abocados a sufrir las consecuencias de la vida que han elegido, ya sea libremente, ya sea obligados por las circunstancias. Aún así, todavía son capaces de mantener un código de honor que les hace arriesgar la vida por sus compañeros.

En la retina del espectador quedan las miradas de los antiguos compañeros, Pike y Thornton, antihéroes cansados y atormentados por un pasado difícil de asumir, cuyo único descanso solo puede ser la muerte.