¿Cuál era el ritmo de trabajo de este hombre? Es de suponer que no escribiría a vuelapluma, sino que tendría que detenerse de cuando en cuando a corregir lo escrito. Además, necesitaba vivir. Necesitaba vivir, salir a la calle, para obtener experiencias de primera mano y observar a los otros con el fin de plasmar estas experiencias en sus novelas con el grado de verosimilitud que es habitual en la novela realista del siglo XIX, de la que el escritor francés es ilustre representante. En cierto modo Balzac tuvo dos vidas: la suya propia y la que experimentó a través de sus personajes a los que dotó de una humanidad casi tan profunda como la suya propia.

El joven Balzac tuvo una relación difícil con sus progenitores, que apenas le mostraron cariño y terminó estudiando en un internado donde eran frecuentes los castigos físicos. Aun así consiguió finalmente terminar la carrera de Derecho, aunque para aquel entonces sus principales intereses eran ya la literatura y la filosofía. Los comienzos como escritor van a ser difíciles. Instalado precariamente en París, sobrevivirá a base de encargos de todo tipo, donde poco a poco va perfeccionando sus dotes innatas para la literatura. Hay que recordar que uno de los puntales de su tenacidad y su posterior éxito fue el café. Gran aficionado a esta bebida, su ingesta continua le permitía pasar noches enteras consagradas a la escritura.

La década de 1830 va a ser la de su gran explosión como escritor. Es en estos años cuando concibe su mayor genialidad: un ciclo de novelas relacionadas entre sí que van a llevar el nombre de La Comedia Humana, modelo que va a ser adoptado por creadores como Emile Zola, con el ciclo de los Rougon Macquart o Benito Pérez Galdós, con sus Novelas Españolas Contemporáneas. Así, Balzac pasa de mero narrador a creador de un mundo propio, un espejo de la realidad donde puede manejar a su antojo a sus personajes, sometidos a las mismas pasiones y vilezas que las personas auténticas. Como anota Stefan Zweig en su libro "Tres maestros":

"Para poder gobernarlo, simplifica el mundo, y lo recluye en la cárcel grandiosa de La Comedia Humana. Este proceso de destilación hace de sus hombres-tipos fórmulas expresivas de una pluralidad que un genio artístico inaudito ha depurado de todo lo superfluo y accidental. Estas pasiones rectilíneas son las fuerzas motrices; estos tipos elementales, los actores; este mundo decorativamente esquematizado en torno suyo, la escena de La Comedia Humana."

La existencia es presentada en estas novelas como una lucha darwinista y despiadada donde solo sobreviven los más fuertes e inteligentes y, en demasiadas ocasiones, los que muestran menos escrúpulos. El lector puede seguir la evolución de algunos personajes que se aparecen en más de una novela, como protagonista o como secundario. Algunos medran y consiguen llegar a lo más alto. Otros quedan derrotados en el camino. La existencia es una guerra continua. En palabras de Zweig:

"Es orgullo de Balzac haber sido el primero en demostrar que bajo esta pugna de lo que llamamos civilización no se esconde menos crueldad que en los campos de batalla. (...) Y, en efecto, lo primero que estas fuerzas jóvenes aprenden en los libros de Balzac es la ley de lo inexorable. Saben que no caben todos en tan pequeño espacio, que fatalmente han de devorarse unos a otros."

"El cura de Tours" es una novela corta, quizá un poco perdida en el océano de su producción, pues no es tan famosa como "Las ilusiones perdidas" o "Eugenia Grandet". Dentro del ciclo de "La Comedia Humana" se clasifica en el grupo de narraciones dedicadas a "les célibataires" (los solteros), conjunto que se completa con "Pierrette" y "La oveja negra". En esta ocasión las pasiones que mueven al protagonista no son el sexo, ni siquiera el dinero, sino algo tan indefinible como la tranquilidad vital, una existencia provinciana cómoda sin sobresaltos.

El abate Birotteau cree vivir en el mejor de los mundos posibles, al menos en la medida de sus modestas pretensiones. Realiza las tareas de su apostolado como algo rutinario y ocupa una espaciosa y bien amueblada habitación en casa de la señora Gamard, donde su existencia es muy cómoda, ya que su anfitriona se ocupa de que no le falte de nada. Su mayor ambición es obtener una canonjía, dejando que transcurra el tiempo para que dicho bien le caiga como fruto maduro.

Para la señora Gamard, una solterona a su pesar, muy amargada su condición, tener como huéspedes a Birotteau y al también eclesiástico Troubert es una cuestión de prestigio social. Balzac traza un retrato perfecto del carácter de la Gamard:

"(...) si la conciencia de su trabajo da al ser activo un sentimiento de satisfacción que le ayuda a soportar la vida, la certidumbre de vivir a costa ajena y de ser inútil debe producir un efecto contrario e inspirar al propio sujeto inerte el desprecio que despierta en los demás. Esta dura reprobación social es una de las causas que, sin darse cuenta las solteronas, contribuyan a poner en su alma el disgusto que expresa su rostro."

En resumen: en la Francia de la época la soltería en la mujer es sospechosa, ya que algo malo deben tener para que nadie se haya atrevido a compartir su vida y sus bienes con ellas. El desdén de la sociedad acaba engendrando maldad en el alma de estos seres y de esta maldad va a ser víctima un ser tan cándido como el abate Birotteau. La excusa: un presunto agravio social de Birotteau a su anfitriona, circunstancia que el astuto Troubert, un ser de una doblez auténticamente perversa, aprovecha para conquistar mezquinamente el cuarto que ocupa el abate, mucho más lujoso que el que él ocupa.

Cuando quiere darse cuenta, el pobre Birotteau ha sido atrapado por la trampa de su misma inocencia, despojado de una vida que él creía inamovible. El asunto de Birotteau se convierte en la comidilla de Tours, una forma de llenar el vacío de la vida provinciana, de estimular las rivalidades nacidas de años de convivencia. Incluso se proponen emprender pleitos que se antojan interminables. El protagonista asiste perplejo a unas intrigas que él mismo inició de manera inconsciente, intrigas nacidas en gran parte de la institución del celibato, que según el estudio naturalista del autor a sus personajes, desata pasiones malignas:

"El celibato tiene el defecto capital de que, poniendo todas las cualidades del hombre al servicio de una sola pasión, el egoísmo, hace a los solterones inútiles o nocivos."

Aunque parezca increíble, Balzac murió sin ver completado su proyecto novelístico. Nada menos que cuarenta novelas más quedaron en proyecto a la muerte del genio francés. ¿Buscaba Balzac ser una especie de Demiurgo, crear un mundo tan amplio en el que pudieran tener cabida infinidad de criaturas? En cualquier caso, consiguió su empeño y su obra sigue fascinando a generaciones de lectores, a la par que influyendo en gran número de escritores.