lunes, 16 de agosto de 2010

LISBOA. LA ALFAMA Y EL CHIADO.


Ahí me tienen, departiendo junto a mi amigo Fernando Pessoa en su amado café Brasileira, el más clásico de la ciudad. El autor del "Libro del desasosiego", de múltiples personalidades literarias representa muy bien los contrastes de una Lisboa que oscila entre la belleza y la melancolía. Me gusta saber de la historia literaria de las ciudades. Si en Madrid siempre pienso en Galdós, en Lisboa Pessoa es onmipresente, aunque Luis de Camoes también es muy recordado. De Saramago solo ví un pequeño cartel de homenaje en el Instituto Camoes, junto a la Plaza del Marqués de Pombal (el equivalente a nuestro Instituto Cervantes). Tenía una relación conflictiva con su tierra, que esperemos se vaya resolviendo poco a poco.

Nos quedamos en la Baixa en el anterior artículo. Se recomienda al viajero que eche un vistazo a la amplitud de la Plaza del Comercio, para mí una de las más bonitas de Europa, que disfrute de alguna de sus constantes actividades (cuando yo estuve se celebraba un concierto relacionado con el Festival de los Oceános) y que contemple el Tajo desde allí, tan amplio ya su caudal que parece más un mar que un río.

Dejando el Tajo a la espalda, desde la Plaza el viajero puede volver a la Baixa y tomar a su izquierda uno de los tranvías que suben hacia la Alfama, el barrio más antiguo de la ciudad. El mismo interior del tranvía es ya de por sí todo un espectáculo, pues se produce una mezcla heterogénea entre turistas y autóctonos. Viajar en este tranvía es como desplazarse un siglo atrás. A veces parece que se va a dejar vencer por la pronunciadas cuestas que tiene que subir, pero al final lo consigue como por milagro. Mientras tanto, si el viajero ha sido tan afortunado de poder sentarse junto a una ventanilla, podrá contemplar el espectáculo de un barrio con unas vistas incomparables, repleto de edificios interesantes, en los que predomina el elemento popular.

No voy a decir donde hay que bajarse del tranvía, porque tampoco estoy seguro de cual es su última parada. Sean ustedes prudentes y bájense a una distancia prudente de los principales miradores y monumentos. Ya les digo que el tranvía no es un servicio turístico, aunque a veces lo parezca. Es un elemento más de la ciudad, el transporte público más tradicional.

La Alfama está repleta de miradores, algunos señalizados como tales, otros a la libre elección del visitante. Desde unos puntos y otros se obtiene una visión íntegra de la ciudad de Lisboa y nos podemos hacer una idea de su extensión y sus distintos barrios. El más famoso de ellos es el de Santa Lucía, con unas excepcionales vistas del Tajo y del Atlántico. Bajando un poco desde el mirador llegaremos a la catedral, del siglo XII, que tiene más aspecto de fortaleza que otra cosa.

La Alfama me recuerda un poco al Albaicín granadino. En ambos casos no fueron los musulmanes (o los mouros, como dicen los portugueses) sus primeros pobladores, pero sí quienes les dieron nombre y quienes le dibujaron su estructura actual, de calles estrechas y laberínticas. Los dos son lugares donde caminar, perderse y realizar hallazgos íntimos: un antiguo escudo que decora un palacio, un monasterio, unos azulejos... Cada cual que se organice su ruta en el laberinto. Es fácil salir una vez perdidos en él: basta con ir cuesta abajo.

El otro gran barrio céntrico, quizá el más famoso de Lisboa, es el de Chiado. El 25 de agosto de 1988 se desencadenó una de esas catástrofes que tan familiares son en esta ciudad, un incendio de grandes proporciones que arrasó buena parte de este barrio histórico. En los años siguientes, el barrio fue reconstruido con mimo y actualmente las huellas del desastre son totalmente invisibles.

Hay dos maneras de acceder al Chiado: a través del elevador de Santa Justa, que nos trasladará cómodamente (previo pago) hasta las ruinas del Convento del Carmo. Las vistas son nuevamente incomparables desde arriba, sobre todo al atardecer. El Convento del Carmo quedó como recuerdo del terremoto de 1755. Resulta impresionante contemplar sus ruinas y reflexionar acerca de la fragilidad de las obras del hombre. Si seguimos caminando llegaremos a la plaza del Carmo, puerta de entrada al barrio.

El Chiado es un elegante conjunto de calles, alguna de ella tan empinada que es recomendable tomar un pequeño tranvía para salvar el desnivel. Hay que fijarse en los edificios, algunos con azulejos realmente preciosos, como uno que recuerdo especialmente, con temas mitológicos, y dejarse llevar sin rumbo fijo por calles repletas de librerías de viejo, cafés y toda clase de establecimientos. El centro neurálgico del barrio es la plaza del Chiado, con la estatua del personaje que le da nombre, un popular ventrílocuo, actor y poeta del siglo XVI, un genio de la improvisación, un predecesor del modelo de poeta bohemio. La estatua nos muestra a un hombre sonriente y en plena recitación. A su lado encontramos el ya nombrado café Brasileira. No se asusten, entren con toda tranquilidad y prueben su delicioso café. Solo cuesta 90 céntimos la taza. En Madrid, su café equivalente, el Gijón, cobra más de tres euros por el mismo producto.

El Chiado es también un barrio para pasear, perderse y descubrir. Otra de las estatuas que podemos encontrar es la de Eça de Queiroz, el Galdós portugués, el autor de "El crimen del padre Amaro", otro de los grandes escritores portugueses. Se le representa junto a una mujer semidesnuda, su musa. La visita al Chiado puede prolongarse por el Barrio Alto, hasta los barrios de Estella (con su espectacular Basílica o su bello cementerio) o Amoreiras. Lugares no ya tan turísticos, pero igualmente interesantes y en los que se puede tomar con más facilidad el pulso a la auténtica vida portuguesa en un entorno todavía decimonónico donde aún podemos descubrir inéditas vistas panorámicas de la ciudad.

4 comentarios:

  1. Miguel, gracias por dejarme viajar a través de tus palabras por Lisboa, por contarnos esos detalles tan interesantes y esas imágenes. Estupenda tu crónica. Imagino lo que se debe ser emocionante lo que se siente paseando por esas calles estrechas que te transportan a otra época, saboreando el café en ese lugar dónde estuvo Pessoa...

    Un abrazo
    L;)

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  2. Ahora te toca a tí viajar hasta allí. Es solo un pequeño paseo en coche, no está tan lejos como parece.

    Abrazos.

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  3. De pura casualidad llegué hasta aquí... y tiene gracia que algo haya aprendido dado el nombre con el que me presento... uno nunca deja de aprender cosas. Un saludo

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  4. Me alegro de que el artículo te haya servido, Chiado. Ojalá sigas pasándote por aquí.

    Un cordial saludo.

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