viernes, 10 de julio de 2009

EL JARDÍN DE HIPATIA (2009), DE OLALLA GARCÍA. LA FILÓSOFA MÁRTIR.


Es bien sabido que el género de la novela histórica es uno de los que más dificultades presenta al escritor. A los ya complicados desarrollos de una trama, de unos personajes y de un estilo literario se le suma la recreación fiel de una época, tarea más problemática cuanto más remoto es el periodo en que se pretende encuadrar la historia. Olalla García, en la reciente presentación de esta novela en la librería Luces de Málaga declaró que necesitó tres años para documentarse. Y eso se nota en cada detalle, en la fidelidad de las descripciones de usos y costumbres del siglo V en una determinada ubicación geográfica: Alejandría.

Cualquiera que no conozca el rigor de la autora puede pensar que la presencia de esta novela en las librerías, precisamente ahora, cuando el estreno de la película de Amenábar sobre el mismo tema es inminente, obedece a criterios de oportunidad, cuando no de oportunismo. Nada más lejos de la realidad. Ambos proyectos seguramente han seguido vidas paralelas, para encontrarse ante el público en el mismo año, pero por mera casualidad. En cualquier caso, mediada la lectura del libro me sorprendí mucho del título, cuando estimé que la filósofa Hipatia es un personaje secundario en la narración. Luego advertí que las visitas del protagonista, Atanasio de Cirene, al Jardín de los Durmientes son fundamentales en su forma de actuar a lo largo de toda la trama y que el espíritu de las enseñanzas de Hipatia está siempre presente, aún en los momentos de mayor dificultad. La enseñanza filosófica resulta el mayor de los consuelos ante la desdicha.

A mi entender los asuntos principales de los que trata "El jardín de Hipatia" son la intolerancia y el fanatismo. La irrupción de la religión cristiana en la sociedad pagana de la antigüedad resultó traumática por muchos factores. Los cristianos acabaron transformándose de perseguidos en perseguidores, de propagadores de la religión del amor y la mansedumbre en fanáticos que no toleraban la convivencia de distintas creencias, como había sido norma hasta entonces en el Imperio. En el camino sedujeron a las clases más bajas, a los que no tenían nada que perder, ofreciéndoles esperanza. Poco a poco consiguieron su lugar hasta convertirse en religión oficial. Claro que la historia no es tan sencilla. Aparte de los enemigos más obvios, como el judaismo o el paganismo, los cristianos se enfrentaban comúnmente con divisiones internas, con las llamadas herejías... La Alejandría del siglo V era el mejor espejo de todo esto y ello se refleja magistralmente en la novela, donde podemos asistir a turbulentos y crueles episodios de lucha por el poder, torpemente enmascarados en decisiones de la voluntad de Dios.

En la novela se nos deja claro que el cristianismo primitivo, aún por definir al completo, no dudó en apropiarse de muchos aspectos de la filosofía pagana, sobre todo en su vertiente platónica, y de sus festividades. Como se dice en este revelador pasaje, cuando Alejandría va a celebrar la Navidad:

"Fiel a su costumbre, Nico rehúsa todo símbolo o ceremonia que haga referencia al Cristo encarnado. En su lugar festeja la semana de las Saturnales y el nacimiento del Sol Invicto.
- La valía de una tradición se mide por su antigüedad. Nuestros padres celebraron este natilicio mucho antes de que las hordas cristianas usurparan la fecha para instalar a un niño en un establo hediondo."

No se pretende aquí hacer una loa de la sociedad pagana. Era una sociedad muy bien organizada, que fomentaba la cultura, con un derecho civil que ha llegado a nuestros días casi intacto y que fomentaba la libertad religiosa pero también una sociedad esclavista, donde la mayoría de la población no ciudadana padecía bajo el yugo de unos pocos. La nueva doctrina cristiana solo debía seducir a esta parte de la sociedad para ser tomada en serio, a la vez que poco a poco se iba granjeando apoyos entre la clase dirigente. Al final el cristianismo resulta ser un lobo con piel de cordero, pues reproduce fielmente las persecuciones que había padecido poco antes e impone un cambio fundamental en la doctrina religiosa: no se toleran otras creencias y se les ataca con toda crudeza. El mensaje de Cristo es ignorado en la práctica (siempre con honrosas excepciones) y la Iglesia mantiene el poder fomentando el miedo entre los creyentes y la represión más brutal a quienes no creen.

Hipatia siguió el ejemplo de Platón. No se dejó amedrentar por el miedo y afrontó su inevitable destino con serenidad. Se disponen medios para su huida, pero ella los rehusa. Su vida y su muerte han llegado hasta nosotros en fragmentos y todavía quedan muchas dudas acerca de la verdadera naturaleza de su Academia y sobre las doctrinas que en ella impartía. Pero está claro que es un ejemplo de búsqueda de la verdad por medio del conocimiento y rechazo del dogmatismo. Solo por eso constituye un ejemplo admirable y absolutamente vigente, en estos días en los que los partidarios del dogma siguen intentando imponernos sus verdades absolutas.

2 comentarios:

  1. Gracias Miguel por la dedicatoria de tu relato.
    Siempre resulta ilustrativo la comparción entre comportamientos animales y humanos porque al fin y al cabo ¿no somos animales también?.Acabo de terminar "Rebelión en la Granja" de Orwell y el simil con los animales ayuda a vernos con cierta distancia,desde fuera.
    Intnto seguir tus recomendaciones lierarias que me resultan siempre muy interesantes,aunque te llevo retraso.Ahora por fin conseguï "María Antonieta".
    Feliz verano.
    Un beso.
    Begoña.

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  2. "Rebelión en la granja", es un gran libro. Recuerdo que lo leí dos veces, una de niño, como si de un cuento infantil se tratara y otra unos años después, cuando entendí el auténtico mensaje de Orwell, aunque los grandes libros nunca tienen un único mensaje. Seguro que disfrutas de Stefan Zweig.

    Besos.

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