martes, 14 de julio de 2009

AUGUSTE RODIN VUELVE A MÁLAGA.


De vez en cuando esta ciudad, tan difícil de soportar en tantos aspectos, ofrece pequeños refugios que pueden darnos esperanzas en que las cosas pueden cambiar en el futuro. Si hace año y medio tuvimos la visita de "El pensador" y otras esculturas a calle Larios, ahora se nos ofrece una muestra aún más interesante del trabajo de Rodin, en el Museo Municipal.

Rodin tiene muchos puntos en común con Miguel Ángel, del que he tenido la suerte de ver algunas de sus obras maestras. Un hombre tremendamente ambicioso, entregado a su arte, el principal creyente en sí mismo. Ambos se embarcaban en proyectos desmesurados, que a veces dejaban a medio acabar, como la tumba de Julio II en el caso del italiano o las puertas del infierno en el caso del francés. En realidad el concepto de "arte acabado", no puede aplicarse a estos genios, que nunca acababan de darse por satisfechos con sus obras, a la búsqueda siempre de nuevas perfecciones y de técnicas más audaces.

La muestra del museo de Málaga es una oportunidad única de visitar una panorámica general de la obra de Rodin. Como es sabido sus grandes obras conocen varias versiones, algunas de las cuales ni siquiera realizadas por su propia mano, sino a través de moldes de su taller, pero aún así resultan estremecedoras y muchas de ellas dotadas de un extraño halo vital. Otras, aún no acabadas, son prisioneras eternas de la piedra o del metal. Su visión produce angustia.

Destacaría de la exposición el impresionante grupo escultórico de "Los burgueses de Calais" y, sobre todo, "El beso", una composición impresionante de un momento que quiere ser glorioso y eterno. Dos cuerpos abrazados, ajenos al resto del mundo. Ella se inclina con ligereza hacia atrás. Él la sostiene suavemente por la cadera y sus labios se acercan en un gesto casi tan antiguo como la Humanidad, en el que un ser busca fundirse en el otro.

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