lunes, 29 de junio de 2009

EL COLOQUIO DE LOS PERROS (1613), DE MIGUEL DE CERVANTES. VIDA DE PERROS.


(Libro comentado en el Club de Lectura de la Biblioteca Provincial del jueves pasado).

"Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro". Franz Kafka.

Cuando leí las Novelas Ejemplares, hace ya muchos años, me enamoré perdidamente de este texto, verdaderamente ejemplar por muchas razones. Solo por la evocadora imagen que se dibujó en mi mente de dos perros hablando plácidamente a las puertas del Hospital de la Resurrección de Valladolid (creo recordar que la edición que leí en aquella ocasión disponía de un precioso grabado de esta escena, pero no he podido encontrarlo por internet para colocarlo aquí), merecía la pena seguir el diálogo de tan singulares personajes.

El mismo Cervantes, como es sabido, vivió una vida muy perra, pero a él le hizo provecho, o más bien a nosotros, sus lectores. Era un hombre que sabía absorber sus experiencias vitales para luego plasmarlas de manera brillante sobre el papel. Pero no solo de las propias experiencias vive el hombre. Cervantes era un gran lector, llegando a ojear los papeles que se encontraba por la calle, según él mismo confiesa, por el puro vicio de la lectura. Se trata de un escritor que sabe hablar directamente al lector, como en una conversación privada. Te habla de sus propios problemas, de lo que ha conocido en sus viajes, de los tipos humanos que ha ido encontrando y sus costumbres y, sobre todo, de la decadencia absoluta de una España por la que ha puesto su vida en peligro en más de una ocasión. Cervantes era un hombre pesimista, pero seguramente, a tenor de lo que yo he podido leer de él, se trataba de un hombre alegre y divertido (hay un par de episodios en la narración con los que he tenido que reírme a carcajadas). Y también era un filósofo, capaz de escribir cosas tan hermosas como ésta:

"(...) la humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay ninguna que lo sea. Ella allana inconvenientes, vence dificultades y es un medio que a gloriosos fines conduce. De los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios; es madre de la modestia y hermana de la templanza. En fin, con ella no pueden atravesar triunfos que les sea de provecho los vicios, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados."

Pero también Cervantes es enormemente sincero en sus opiniones, o "políticamente incorrecto", como diríamos hoy día, tal y como nos recordó un compañero. En "El coloquio de los perros", moriscos y gitanos no salen muy bien parados, aunque al menos el autor admite excepciones en su mala impresión general acerca de estos colectivos humanos. La descripción de la España de su tiempo que realiza no deja títere con cabeza: un país miserable, donde todo el mundo intenta bregar a costa de los demás que, por desgracia, tienen un pensamiento parecido. Un auténtico desastre que debía hacer echarse las manos a la cabeza a cualquier extranjero que la leyese y que seguramente pasó la censura por milagro, quizá porque el censor creyó que se trataba de una inocente fábula y no de esta tremenda crítica que, por desgracia, puede prolongarse a nuestro tiempo en muchos aspectos.

"El coloquio de los perros" puede inscribirse sin problemas en la magnífica tradición española de la novela picaresca, quizá el equivalente a la novela realista en aquellos tiempos sombríos. Berganza va pasando de un amo a otro, con lo cual se convierte en un espectador privilegiado de las miserias de todos ellos, exponiendo sus vivencias con una lucidez admirable, pero desde el punto de vista de un observador perruno que saca consecuencias muy humanas a tales experiencias.

Hay que leer este librito con suma atención, no perderse ningún detalle y tratar de sacar conclusiones de todo ello. Aún así, en la siguiente lectura veremos que se nos han escapado infinidad de pormenores que engrandecen aún más el texto y que son capaces de enriquernos a nosotros mismos. Las dimensiones de los clásicos son inabarcables.

5 comentarios:

  1. Hola, Miguel :
    Coincidiendo con tu artículo he terminado "La muerte de Ivan Ilìch" de Tolstoi y como tú, he pensado que "las dimensiones de los clásicos son inabarcables". Son libros que rara vez nos defraudan , que describen la naturaleza humana tan magistralmente que el paso de los siglos no hace mella en ellos y además son la mejor forma de conocer de primera mano la historia . Por eso aquel eslogan de "Todo está en los libros" bien podría cambiarse por "Todo está en los clásicos". No he leído esta novela de Cervantes , lo haré proximamente animada por tu reseña.
    Un cordial saludo.

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  2. A mí también me encanta Tolstoi y la literatura del siglo XIX en general, que, por cierto, no suele ser elegida en los clubs de lectura. "El coloquio de los perros" es para ser leído durante toda la vida.

    Un saludo.

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  3. a mi Tolstoi me suena a Tostón y libro de 4 kilos de peso, que por cierto, te venden así, al peso en Carrefour, en Sprint Libros para más señas.

    lo que hay es que luchar por que el gran clásico hispánico Ramón Gómez de la Serna suba a los altares y se editen como merecen sus obras al estilo Toltoi, con tomos no inferiores a las 5.000 páginas, como diccionarios de la RAE.

    Los de Galaxia Guttemberg se han quedado cortos.

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  4. Revisa tu ortografía antes de publicar!

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  5. Es verdad. ¡Qué vergüenza ese "Absorver". Muchas gracias.

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