jueves, 26 de marzo de 2009

ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, DE JOSÉ SARAMAGO. EL APOCALIPSIS BLANCO.


Leo de nuevo esta novela que leí hace años estimulado por la ardiente actualidad. Uno de los mayores placeres literario-cinematográficos que conozco es el de leer un libro (o un cómic, tanto da) e inmediatamente después ver la película en la que se basa. Las imágenes que nos hemos formado en nuestra imaginación en las páginas leídas en solitario compiten en verosimilitud con las que se nos muestran en la sala oscura que compartimos con otros espectadores. Casi siempre decimos que la obra literaria supera a la cinematográfica, pero hay muchas excepciones.

"Ensayo sobre la ceguera" propone una de las situaciones más terribles que imaginarse pueda: la ceguera de toda la población humana y el rápido deterioro de las más elementales bases sobre las que se asientan nuestras sociedades. "La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza", puede leerse en uno de los capítulos, todos llenos de reflexiones acerca de la condición humana y su fragilidad, expresados con una escritura de gran densidad que apenas deja respiro al lector. Lo que leemos nos intranquiliza, nos inquieta y nos desagrada, pues nosotros somos humanos y es de la humanidad de lo que habla esta novela. Pero también nos fascina y nos hace avanzar páginas sin apenas darnos cuenta. Quizá haya algo de morbo en ello, pero no hay manera de que dejemos de interesarnos por la suerte de estas personas enfrentadas a una situación intolerable pero a las que el más elemental instinto de supervivencia hace seguir adelante.

Al principio las autoridades creen que pueden controlar la epidemia aislando a los ciegos, curiosamente asaltados por una ceguera luminosa. El primer capítulo, con la confusión del primer ciego, anticipando la situación posterior, resulta magistral. A los enfermos de ceguera se les trata inhumana y cruelmente, pero el miedo al contagio se hace mucho más poderoso que la compasión. Luego se descubre que la plaga es universal y la ciudad donde viven los protagonistas se hace pedazos en pocos días. Los gobiernos no pueden con todo.

La única esperanza es la mujer de un oftalmólogo, la única persona que puede ver en un mundo de ciegos y que hace lo que puede por aliviar las penalidades del grupo al que acompaña. Muy pronto va a descubrir la horrorosa situación de ser la única vidente en un mundo de ciegos. Cadáveres por las calles, gente defecando donde puede, basuras por todas partes, suciedad inaudita, falta de agua, de electricidad, de comida... Poco le falta para hundirse en varias ocasiones a esta mujer fuerte, que se siente llamada a una misión que la desborda por completo.

Yo entiendo la novela como una perfecta fábula acerca de nuestra situación actual. Creemos ver las cosas tan claras que en realidad tanta blancura nos ciega y nos va llevando poco a poco hacia el abismo. La sociedad y la economía están basadas en un crecimiento continuo e insostenible. Pero hemos estado tan ciegos que no hemos querido verlo y seguimos estando tan ciegos que intentamos salvar un sistema que nos lleva al más absoluto desastre. Los ciegos de Saramago caminan sin rumbo, esperanzados en que algún milagro alivie su situación. Nuestra sociedad también.

"Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá algún día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven."

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